Análisis de Narita Boy - Una oda a los ochenta

Analizamos Narita Boy en PS4.

Análisis de Narita Boy - Una oda a los ochenta

Narita Boy es el videojuego del que tanta gente habla estos días. No nos extraña, ya que Studio Koba ha sorprendido a propios y extraños con un viaje a lo más profundo del Reino Digital, un lugar que tiene a la nostalgia como principal protagonista. Lo ha logrado gracias a una aventura en dos dimensiones repleta de acción, exploración y sentido del humor. Asimismo, más allá del constante homenaje a la cultura de los años ochenta se esconde una historia interesante, elaborada y repleta de matices. La espera ha sido larga —el proyecto se financió en 2017—, pero podemos aseguraros que ha merecido la pena.

Narita Boy

El Creador del Reino Digital

Todo comienza con una escena que a buen seguro ha presenciado en sus carnes cualquier jugador. En una noche cualquiera, con un joven disfrutando de su videojuego favorito a escondidas para no molestar a los familiares con los que comparte techo. Por supuesto, el primer acto reflejo en cuanto ve a su madre asomarse con clara intención de decirle algo así como «corta, que es muy tarde» es fingir que está dormido. Realmente, minutos después de semejante imagen se va a dormir, aunque sin ser capaz de imaginar lo que el destino tiene preparado para él.

De repente, la televisión se enciende por sí misma y los destellos de sus psicodélicos pantallazos iluminan la habitación del joven, que decide levantarse y acercarse en aras de descubrir qué está sucediendo. Y aquí viene lo bueno: una especie de runa se proyecta a través de la luz en su torso y automáticamente es engullido por la pantalla al más puro estilo Carol Anne en Poltergeist. ¿Qué hay más allá? Un lugar que atiende al nombre de Reino Digital. Un lugar maravilloso que a todos nos encantaría visitar, aunque también es peligroso debido a la oscuridad que se cierne sobre él.

La llegada del chico a este complejo mundo es repentina. Tanto como el hecho de que un desconocido le encargue la ardua tarea de luchar contra las fuerzas del mal. Al parecer, un malvado ser llamado Him está dispuesto a destruir el Reino Digital a través de los recuerdos del Creador. Concretamente, planea borrar sus registros de memoria para siempre valiéndose de un ejército de criaturas corruptas que se conocen como Stallions. Es probable que emprender un viaje en busca de Him sea una tarea un tanto precipitada para un chico que apenas minutos antes dormía tranquilamente en su habitación, pero no os preocupéis por él: la Tecnoespada guiará su camino.

Narita Boy

Mucho más que un homenaje

El juego nos propone embarcarnos en un viaje repleto de emociones, que presume en todo momento de sentido del humor y que brilla con luz propia debido a la enorme cantidad de guiños y referencias hacia los años ochenta y toda la parafernalia tecnológica de la época. Asimismo, lo más importante es que también es un conjunto sólido a nivel jugable. Exploración y acción son los dos términos que mejor definen a su fórmula; recorremos diferentes escenarios en busca de objetos, participamos en múltiples desafíos plataformeros y, como no podía ser de otra forma, hacemos frente a hordas de Stallions haciendo uso de la misteriosa Tecnoespada.

El diseño de niveles resulta interesante; no es demasiado extenso, pero está pensado para que nos toque desandar el camino en numerosas ocasiones para abrir puertas una vez encontramos la llave. Esto, unido a la escasa señalización y a lo críptico que en ocasiones resultan las indicaciones de los NPC, da lugar a que no siempre nos quede claro hacia dónde debemos ir. Además, a menudo nos toca calcular bien cada salto e incluso hacer uso de habilidades de campo para alcanzar lugares que se antojan inaccesibles en un primer momento. Se sitúa lejos de los grandes nombres del género, pero al fin y al cabo está bien resuelto y progresar es gratificante.

Narita Boy

Las batallas también tienen un gran protagonismo, y aunque aquí también encontramos luces y sombras, la realidad es que el balance es claramente positivo. El control tiene cierta inercia y no es del todo preciso, aunque al final uno se acaba acostumbrando. Por suerte, luchar es realmente divertido y, por momentos, exigente. Si bien es cierto que la penalización por morir no es demasiado grande —aunque puede obligarnos a repetir toda una oleada de combates—, los duelos ante un buen puñado de su enorme bestiario plantean un auténtico reto.

Los Stallions son una especie muy rica en variantes y nos presenta a la vertiente digital de todo tipo de criaturas: caballeros, magos, monstruos voladores, bestias mecánicas... Todos los enemigos nos exigen estudiar sus movimientos y descubrir la manera más eficiente de asestarles un golpe. Prácticamente todas las zonas nos deparan una serie de batallas, a menudo son numerosas y de entre todas ellas, como era de esperar, destacan los jefes de final de nivel. Estos enemigos son un derroche de imaginación tanto artística, como mecánicamente; hay varios jefes finales de nivel muy buenos, de esos que uno recuerda una vez ha completado el juego.

NArita Boy

Una grata sorpresa

Narita Boy es un título único en su especie, rebosa personalidad y eso ya debería ser motivo más que suficiente para ser merecedor de una oportunidad. Es cierto que entre sus muchas luces se cuela alguna que otra sombra como la falta de precisión en los controles o una mejor señalización en algunos escenarios del Reino Digital. También lo es que a menudo resulta un tanto confuso orientarse mediante las indicaciones de sus personajes debido a lo recargados que llegan a ser sus diálogos en favor de adornarse. Sin embargo, lejos de lo que pueda parecer, estos defectos no empañan el resultado: una aventura de acción intensa, muy divertida y ante la que no es nada fácil evitar jugar con una sonrisa por todas las ocurrencias que esconde. Studio Koba ha realizado un buen trabajo; más allá del maravilloso homenaje a los ochenta hay un buen videojuego.

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