Análisis de Eternal Strands – Una epopeya tejida entre titanes y magia
Analizamos Eternal Strands en su versión de PS5, el primer videojuego del estudio Yellow Brick Games

Cuando Yellow Brick Games anunció Eternal Strands, las expectativas se dispararon. Este estudio, formado por veteranos que dejaron su huella en sagas como Dragon Age y Mass Effect, prometía una aventura de acción en tercera persona que fusionara exploración, combates dinámicos y un sistema de físicas revolucionario. Lanzado en 2025, el juego nos pone en la piel de Brynn, una tejedora mágica que enfrenta a colosales titanes en un mundo de fantasía tan hermoso como letal. Tras sumergirme en sus tierras durante decenas de horas, aquí va mi análisis de esta propuesta que busca destacar en un año repleto de titanes –nunca mejor dicho– del videojuego.
Durante las últimas semanas he podido adentrarme de lleno en el universo de Eternal Strands para determinar de qué pasta está hecho este nuevo videojuego y de qué es capaz con una propuesta tan vibrante como interesante, aunque tampoco invente la rueda. Si quieres descubrir qué me ha parecido y por qué lo considero una pequeña decepción en lo personal, te invito a leer el análisis completo de Eternal Strands para averiguar el porqué.
+ Pros
- Sistema de combate innovador.
- Diseño visual impactante.
- Exploración inmersiva.
- Trasfondo mitológico fascinante.
- Banda sonora evocadora.
- Contras
- Curva de dificultad pronunciada.
- Narrativa irregular.
- Optimización técnica mejorable.
- Exploración con sensación de vacío.
- Eternal Strands: precio, plataformas y dónde comprar
- La sencillez con destellos de grandeza
- Valoración final de Eternal Strands
Eternal Strands: precio, plataformas y dónde comprar
Eternal Strands | |
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Plataforma | PlayStation 5, Xbox Series X/S, PC |
Plataforma analizada | PS5 |
Fecha de lanzamiento | 28 de enero de 2025 |
Desarrollador | Yellow Brick Games |
Género | Acción, Aventura |
Idioma | Voces en inglés y textos en español |
Eternal Strands es un videojuego que llegó a las plataformas PlayStation 5, Xbox Series X/S y PC (Steam y Epic Games Store) el pasado 28 de enero de 2025. Desarrollado por Yellow Brick Games, un estudio formado por veteranos de la industria, este título de acción y aventura nos sumerge en un mundo de fantasía donde controlamos a Brynn, una tejedora mágica que enfrenta titanes colosales. En mi experiencia, lo analicé en PS5, donde destaca su innovador sistema de físicas y combates dinámicos. Está disponible en múltiples idiomas, incluyendo Inglés, Francés, Japonés, Alemán, Chino Simplificado, Portugués Brasileño y Coreano para interfaz y subtítulos, con doblaje completo en Inglés y Francés, lo que lo hace accesible a una amplia audiencia global.
La sencillez con destellos de grandeza
La historia de Eternal Strands no busca reinventar la rueda de la narrativa en videojuegos, pero tiene suficiente personalidad para sostener la experiencia. Todo comienza con Brynn, una tejedora mágica que despierta en un reino devastado por los Enclaves, unos titanes colosales que han reducido la civilización a escombros. Su misión es clara desde el primer compás: detener a estas criaturas y desentrañar el misterio de su aparición. Es una premisa que bebe de la fantasía épica más pura, con ecos de Shadow of the Colossus o incluso God of War, pero que no alcanza la misma intensidad emocional o complejidad de esas obras maestras. Y, sin embargo, hay algo en su simplicidad que resulta encantador, como un cuento clásico que no necesita adornos excesivos para funcionar.
Brynn, como protagonista, es un lienzo interesante. No es la típica heroína parlanchina ni una guerrera estoica; su carácter se define más por sus acciones que por diálogos grandilocuentes. A través de sus interacciones con el mundo y los pocos supervivientes que encuentra, descubrimos una mezcla de determinación y vulnerabilidad que la hace relatable. Sus habilidades como tejedora –un concepto que podría haberse quedado en gimmick– están bien integradas en la trama: cada hechizo que domina parece un paso hacia entender su propio pasado y el del reino. Sin embargo, el juego no siempre aprovecha este potencial; a veces, Brynn se siente más como un vehículo para la acción que como una figura con un arco emocional completo.
Los personajes secundarios aportan algo de color a la ecuación. Está Kael, un cazador curtido que sirve como guía inicial y cuya rudeza esconde un trasfondo trágico que se revela a cuentagotas. O Lyra, una erudita obsesionada con los Enclaves, cuyas teorías sobre su origen rozan lo conspiranoico y te hacen cuestionar la verdadera naturaleza del conflicto. Estos aliados tienen momentos brillantes –un diálogo frente a una fogata o una discusión tensa antes de una batalla–, pero sus historias quedan algo truncadas, como si el guion quisiera dejar espacio para la jugabilidad en lugar de desarrollarlas a fondo. Es una pena, porque cuando el juego se toma un respiro para explorar estas relaciones, logra momentos genuinamente conmovedores.

Brynn es la protagonista de Eternal Strands.
Donde la narrativa brilla de verdad es en su trasfondo. A través de diarios, grabados en ruinas y las palabras de los propios Enclaves –que, en un giro intrigante, a veces hablan–, se construye una mitología fascinante. Este mundo tuvo una edad dorada antes de caer, y los titanes podrían ser tanto verdugos como víctimas de un ciclo mayor. ¿Son una fuerza de la naturaleza, un castigo divino o algo creado por manos humanas? El juego siembra estas preguntas sin responderlas del todo, lo que puede ser frustrante para algunos, pero estimulante para quienes disfrutan atando cabos. Esta ambigüedad, junto a la presencia imponente de los Enclaves, dota a la historia de una atmósfera única, casi melancólica, que resuena incluso cuando el argumento principal no termina de despegar.
Dicho esto, la narrativa tiene sus tropiezos. El ritmo es irregular: hay tramos donde la acción eclipsa cualquier intento de desarrollo, y otros donde los diálogos expositivos se sienten forzados. La falta de una conclusión más contundente también deja un regusto agridulce; tras tantas horas enfrentándote a los titanes, esperas un clímax que ate mejor los hilos sueltos. En conjunto, la historia de Eternal Strands funciona como un marco sólido para sus mecánicas, pero se queda a medio camino de ser memorable por sí misma. Es un relato con alma y destellos de grandeza, pero que podría haber tejido una tela más rica con un poco más de ambición.
La complejidad llevada hasta una esencial difícil de comprender

El combate es una de las bases fundamentales de la jugabilidad de Eternal Strands.
Si algo define a Eternal Strands, es su jugabilidad: una mezcla ambiciosa de acción, exploración y un sistema de físicas que convierte cada enfrentamiento en un rompecabezas interactivo. En el corazón de esta experiencia está Brynn, una tejedora mágica cuyas habilidades no solo dictan cómo luchas, sino cómo interactúas con un mundo que parece diseñado para ser tu lienzo. Desde el primer momento, el juego te lanza a un tutorial dinámico donde aprendes lo básico: lanzar ráfagas de fuego para incinerar enemigos menores, congelar charcos para crear plataformas improvisadas o usar telequinesis para arrojar rocas a un adversario desprevenido. Pero esto es solo la punta del iceberg; lo que hace especial a Eternal Strands es cómo estas mecánicas se entrelazan con el entorno y evolucionan con el tiempo.
El combate es, sin duda, el pilar más destacado. Aquí no hay combos predefinidos ni ataques automáticos; cada pelea es una prueba de ingenio y reflejos. Los Enclaves, los titanes que dominan el juego, son el mejor ejemplo: enfrentarte a uno de estos colosos no es solo cuestión de fuerza, sino de estrategia. Imagina un gigante cubierto de enredaderas: puedes trepar por su cuerpo usando salientes, congelar sus extremidades para ralentizarlo y luego prender fuego a las plantas para infligir daño masivo. O tal vez te topas con un Enclave que lanza ráfagas de viento; aquí, la solución podría ser usar telequinesis para devolverle sus propios proyectiles, combinándola con un hechizo de hielo para inmovilizarlo el tiempo suficiente y asestar un golpe crítico. Esta libertad recuerda a juegos como The Legend of Zelda: Breath of the Wild, pero con un enfoque más agresivo y visceral que lo acerca a Monster Hunter en su exigencia táctica.

Los componentes RPG son determinantes.
El sistema de físicas es el verdadero protagonista. Todo en el entorno reacciona de forma creíble: el fuego se propaga por la hierba seca, el hielo se derrite bajo el calor del sol y los objetos pesados caen con un impacto que puedes sentir. Esto no es solo un detalle estético; es una herramienta. En una ocasión, enfrenté a un enemigo menor en un bosque y, al ver que me superaba en número, incendié un árbol cercano. Las llamas se extendieron rápidamente, creando una barrera que me dio tiempo para reagruparme. En otro momento, derribé un puente colgante con telequinesis para evitar que un grupo de criaturas me alcanzara, ganándome unos segundos preciosos para planear mi siguiente movimiento. Estas interacciones convierten cada encuentro en un experimento, donde el éxito depende tanto de tu creatividad como de tu habilidad.
Sin embargo, esta ambición tiene sus sombras. La curva de aprendizaje es pronunciada, y no exagero al decir que los primeros compases pueden ser intimidantes. El juego te introduce a sus mecánicas con un ritmo implacable, y aunque los controles son intuitivos –el gatillo derecho para hechizos ofensivos, el izquierdo para habilidades de apoyo–, dominar la coordinación entre ellas lleva tiempo. Los Enclaves iniciales son accesibles, pero conforme avanzas, la dificultad se dispara. Un titán avanzado, por ejemplo, puede requerir que combines tres hechizos en secuencia mientras esquivas ataques devastadores, algo que pondrá a prueba incluso a los más curtidos. Para los veteranos, esto es un regalo; para los novatos, un muro que podría hacerles tirar el mando. Comparado con Horizon Zero Dawn, que equilibra mejor su progresión, Eternal Strands apuesta por desafiarte desde el principio, y no todos estarán dispuestos a aceptarlo.
Exploración con alardes de grandeza...y un sentimiento de vacío

La exploración cuenta con entornos de lo más interesantes.
La exploración es el otro gran pilar, y aquí el juego despliega un mundo abierto que invita a perderse. Los paisajes son vastos –bosques frondosos, montañas nevadas, cañones ardientes–, y están salpicados de secretos como cofres ocultos, ruinas antiguas y campamentos enemigos. Brynn tiene un repertorio de movimientos que hace que recorrerlos sea un placer: puede trepar por superficies rugosas, deslizarse por pendientes o usar su magia para crear caminos, como congelar un río para cruzarlo. Hay un sistema de resistencia que limita estas acciones, pero es generoso y rara vez se siente restrictivo. Los ciclos de día y noche añaden un toque dinámico: algunos enemigos son más agresivos al anochecer, mientras que ciertas plantas brillan bajo la luna, guiándote hacia recursos raros. Es un diseño que evoca la maravilla de Elden Ring, aunque en una escala más contenida, salvando las distancias, como es lógico.
Dicho esto, la exploración no está exenta de críticas. Aunque el mapa es hermoso, algunas áreas se sienten vacías, con extensiones de terreno que parecen existir más por estética que por funcionalidad. Las misiones secundarias intentan llenar este hueco –recuperar reliquias, cazar bestias menores–, pero pocas tienen el peso narrativo o la recompensa de las principales. En comparación con Assassin’s Creed Odyssey, que abarrota su mundo de actividades, Eternal Strands opta por un enfoque más minimalista que no siempre convence. Aun así, cuando te topas con un Enclave dormido en un valle o descubres una cueva escondida tras una cascada, la sensación de aventura compensa estos altibajos.

Los entornos son variados y muy coloridos.
El sistema de progresión ata todo esto con un lazo funcional, aunque algo lento. A medida que derrotas enemigos y completas objetivos, ganas puntos para mejorar tus hechizos –aumentar el alcance del fuego, reducir el tiempo de recarga del hielo– y desbloquear equipo que potencia tus habilidades, como un manto que amplifica la telequinesis. Al principio, el avance es pausado, y puede tomar varias horas sentir que Brynn está a la altura de los retos más duros. Sin embargo, una vez que desbloqueas combinaciones avanzadas –como lanzar un bloque de hielo telequinético envuelto en llamas–, la satisfacción es inmensa. Es un sistema que premia la paciencia, pero que podría haber sido más generoso en sus primeras etapas para enganchar a un público más amplio.
En conjunto, la jugabilidad de Eternal Strands es una montaña rusa de emociones. Cuando todo encaja –un plan bien ejecutado contra un Enclave, un salto perfectamente calculado hacia un tesoro–, te sientes como un genio táctico en un mundo vivo. Pero cuando fallas, ya sea por la dificultad o por la falta de pulido en ciertas mecánicas (como una telequinesis que a veces es imprecisa), la frustración acecha. Es una experiencia que no se conforma con ser fácil o convencional, y eso es tanto su mayor virtud como su principal defecto. Si buscas un juego que te rete a pensar fuera de la caja y te recompense por ello, aquí tienes un candidato de peso; si prefieres algo más directo y pulido, puede que necesites ajustar tus expectativas.
Un diseño visual sorprendente capaz de deleitar los sentidos

El estilo gráfico de Eternal Strands es preciosista.
Eternal Strands no solo busca impresionarte con su jugabilidad; también quiere que te detengas a admirar su mundo, y lo consigue con un apartado gráfico que, aunque no exento de imperfecciones, destila belleza y ambición. Probado en PS5, el juego despliega un lienzo visual que te envuelve desde el primer instante. Los bosques encantados brillan con un verde esmeralda que parece palpitar bajo la luz del sol, con hojas que se mecen al viento y reflejos que danzan en arroyos cristalinos. Los desiertos, por su parte, te golpean con un calor visual casi tangible: arenas doradas que se arremolinan con cada paso, espejismos que distorsionan el horizonte y rocas erosionadas que cuentan siglos de historia. Pero el verdadero espectáculo son los Enclaves, los titanes que dominan este universo. Cada uno es una obra maestra de diseño: un coloso de piedra cubierto de musgo podría alzarse imponente sobre un valle, mientras otro, hecho de metal retorcido y fuego, emana un resplandor que tiñe el cielo de rojo. Sus animaciones –el lento girar de una cabeza, el estruendo de un pie al golpear el suelo– transmiten un peso y escala que te hacen sentir diminuto, como si estuvieras frente a una fuerza de la naturaleza.
El detalle no se queda en los grandes planos. Acércate a una flor en el suelo y verás pétalos texturizados con suavidad; observa un Enclave de cerca y notarás grietas en su armadura o hilos de humo saliendo de sus rendijas. La magia, el alma jugable del título, también brilla visualmente: los hechizos de fuego crean llamaradas reales que iluminan el entorno con tonos cálidos, mientras que el hielo deja cristales translúcidos que reflejan la luz en patrones hipnóticos. Las partículas son un punto fuerte: cuando lanzas un hechizo telequinético, el polvo y las hojas se arremolinan en el aire, y un golpe crítico contra un titán puede desatar una lluvia de chispas que parece sacada de una película. Todo esto se potencia con un sistema de iluminación dinámico que hace que los amaneceres pinten el mundo de tonos rosados y los atardeceres lo sumerjan en una melancolía dorada.
Técnicamente, Eternal Strands saca partido a la actual generación de consolas, pero no sin tropiezos. Probé el juego en sus dos modos gráficos disponibles: el modo Equilibrado, que prioriza resolución con una media de 40 fps, ofrece imágenes nítidas que resaltan cada detalle, desde las texturas de los Enclaves hasta los efectos de partículas. Sin embargo, las caídas ocasionales de frames –especialmente en combates masivos– me llevaron a capar los fps en los ajustes para una estabilidad que recomiendo a cualquiera que valore la consistencia sobre los picos visuales. El modo Rendimiento, con 60 fps, es un sueño para los enfrentamientos rápidos, sacrificando algo de definición pero ganando en fluidez, ideal para quienes priorizan la respuesta sobre la estética. Comparado con Horizon Forbidden West, que logra un equilibrio más pulido entre ambos modos, Eternal Strands se siente un paso por detrás en optimización, pero no lo suficiente como para empañar la experiencia.

El entornos abiertos se ven ciertas costuras técnicas.
No todo es perfecto en el apartado gráfico. Hay problemas visibles de popping de texturas en áreas abiertas –un árbol que aparece de golpe a lo lejos, un enemigo que se materializa tarde–, y los combates más intensos, con múltiples efectos en pantalla, provocan bajones de rendimiento que rompen la inmersión. En una pelea contra dos Enclaves a la vez, con fuego y hielo colisionando, el frame rate cayó a niveles que hicieron el caos más frustrante que épico. Estos fallos sugieren que Yellow Brick Games lanzó el juego con prisas, y un parche postlanzamiento será casi obligatorio para pulir estas asperezas. Aún así, cuando funciona –y lo hace la mayor parte del tiempo–, el apartado visual es un deleite que rivaliza con producciones de mayor presupuesto, como God of War: Ragnarök, aunque sin llegar a su nivel de perfección técnica.
El sonido, por su parte, es el compañero perfecto de esta fantasía visual, elevando cada momento a nuevas alturas. La banda sonora, creada por un equipo que combina temas orquestales con sutiles toques electrónicos, es una delicia auditiva. En los momentos de calma, mientras exploras un bosque silencioso, las cuerdas y los vientos tejen una melodía suave que invita a la introspección, con notas que parecen susurrar los secretos del paisaje. Pero cuando un Enclave aparece, la música se transforma: tambores retumbantes y metales estridentes construyen una tensión que te pone los pelos de punta, alcanzando crescendos que hacen que cada victoria se sienta como un triunfo épico. No está al nivel de un Nobuo Uematsu o un Bear McCreary, pero cumple con creces su papel de narrador invisible, adaptándose al ritmo del juego con precisión. Los efectos de sonido son otro acierto. El rugido de un Enclave no es solo un grito; es un estruendo gutural que reverbera en el mando gracias a la retroalimentación háptica del DualSense, haciéndote sentir su presencia física. Los hechizos tienen su propia identidad: el chasquido seco de un bloque de hielo al formarse, el crepitar hambriento de una llamarada, el zumbido etéreo de la telequinesis al levantar un objeto. Incluso los detalles menores –el crujir de la hierba bajo tus pies, el eco de una gota en una cueva– están cuidados con un mimo que refuerza la inmersión. Eternal Strands no alcanza esa sutileza narrativa, pero su enfoque en la espectacularidad lo hace igualmente memorable.

Hay lugares muy bonitos en el universo de Eternal Strands.
El doblaje, disponible en varios idiomas, es un punto más discreto. Las voces en inglés son sólidas, con interpretaciones que transmiten la urgencia de Brynn o el cansancio de Kael, pero no llegan a destacar como en títulos con un enfoque más cinematográfico. Hay momentos donde las líneas suenan algo genéricas, y la sincronización labial no siempre es perfecta, especialmente en personajes secundarios. No es un defecto grave –la mayoría del tiempo estás demasiado ocupado luchando o explorando para notarlo–, pero impide que el apartado sonoro alcance la excelencia absoluta. En conjunto, gráficos y sonido forman una dupla que seduce los sentidos, con altibajos que no empañan su capacidad para transportarte a un mundo fantástico.
Valoración final de Eternal Strands

Eternal Strands tiene virtudes claras. Su sistema de combate basado en físicas es innovador y adictivo una vez que lo dominas, el diseño de los Enclaves es memorable y el mundo invita a perderse en él. Es un juego que premia la curiosidad y perseverancia, ideal para quienes disfrutan experimentando en lugar de seguir un guion rígido. Sin embargo, no está exento de fallos: la curva de dificultad puede espantar a los novatos, el ritmo narrativo es irregular y ciertos aspectos técnicos necesitan pulirse. No es un título para todos, pero quienes conecten con su propuesta encontrarán una joya en bruto.
No es un título perfecto, pero sí es un comienzo prometedor para Yellow Brick Games. Combina ideas frescas con una ejecución sólida, ofreciendo una aventura que, aunque tropieza en algunos puntos, destila personalidad y potencial. Es un juego para quienes buscan retos y no temen enfrentarse a una experiencia que exige tanto como recompensa. Con un poco más de refinamiento –quizá en una secuela o con actualizaciones–, podría convertirse en un referente. Por ahora, es una carta de presentación que no deja excesiva huella en 2025.