AlfaBetaRETRO: Monkey Island 2: LeChuck's Revenge - Coñas marineras

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Hay que vivir la vida pirata porque es la vida mejor. Siempre y cuando haya piratas fantasma, magia vudú, grog casero, un fabuloso tesoro y un aspirante a corsario con la capacidad de aguantar la respiración bajo el agua 10 minutos. Si los hay y todo es más disparatado y loco de lo normal, puede que estés en alguna de las islas por las que navega Guybrush Threepwood en Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge, una de las obras maestras de LucasArts.

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No diga aventuras gráficas, diga LucasArts, o Lucasfilm Games, dependiendo de la época. Especialmente memorables fueron dos de sus juegos de Indiana Jones, el que adaptaba la película Indiana Jones y la Última Cruzada y el que para muchos fue durante muchos años la cuarta película no oficial del explorador del sombrero y el látigo, Indiana Jones and the Fate of Atlantis. Pero si hubiera que hacer una santa trinidad de la compañía, junto a Star Wars e Indy seguro que figuraría un nombre que cualquier buen aficionado a los videojuegos conoce sobradamente: Monkey Island.

Surgido de la mente de Ron Gilbert, Steve Purcell, Tim Schafer y Dave Grossman, The Secret of Monkey Island era a los videojuegos lo que las películas de los hermanos Zucker y Jim Abrahams al cine. Su Aterriza Como Puedas en disquetes de 5 pulgadas y un cuarto. Una aventura de un género, el de los piratas, que francamente olía a naftalina, y que con puzzles enrevesados, un argumento de película y unos diálogos desternillantes se convirtió en leyenda. Y todos sabemos que las leyendas vuelven. Así que por qué no iba hacerlo Guybrush Threepwood en el nuevo y mejorado Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge, el pináculo del género.

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Guybrush Threepwood ha derrotado al pirata fantasma LeChuck y se ha vuelto inmensamente rico. Pero su sed de aventuras no se calma y por ello pronto se embarca en una nueva aventura para encontrar el gran y mítico tesoro del Big Whoop. No tarda ni cinco minutos en toparse con unos ligeros contratiempos. La ubicación del Big Whoop es desconocida, su mapa está dividido en cuatro partes repartidas por el Caribe, la isla en la que se encuentra tiene un embargo que no deja zarpar a ningún barco, y Largo LaGrande, el segundo de a bordo de LeChuck, le despluma de todas sus riquezas en cuanto le echa el ojo. Y para colmo de males, resulta que LeChuck no estaba tan acabado como Guybrush ha insistido en ir contando a todo el mundo. ¿Podrá encontrar el Big Whoop, derrotar a LeChuck, conquistar a la gobernadora Marley y convencer a alguien de que, efectivamente, tiene un mono de tres cabezas detrás?

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Igual que hay películas que hay que ver una vez en la vida, hay juegos que hay que jugar también una vez en la vida. The Secret of Monkey Island es uno, pero Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge es otro que incluso supera a su antecesor. Todo lo que Ron Gilbert puso en movimiento en la primera entrega regresa en la segunda, pero yendo un paso más allá. Y sin perder esos toques propios que hicieron del Monkey Island original todo un éxito entre la chavalada, algo muy meritorio en tiempos de los arcades y la acción frenética. Pero cuántas veces se podía vivir una aventura diferente y llena de detalles en la pantalla de un ordenador y tomando parte en ella. Las aventuras gráficas toman este testigo de las conversaciones para ser la novela o la película dentro de la cual siempre quisiste estar. En este caso, más bien de la comedia.

Monkey Island 2 tiene cierto parentesco con el cine. Por ejemplo, el juego usa un recurso muy fílmico como es empezar in media res, es decir, con la acción ya adelantada, en un punto en el que ya estamos en medio de todo el meollo y es el propio protagonista quien nos relata en su flashback todas las peripecias por las que ha pasado y que nosotros vamos a revivir a golpe de clic. Este comienzo no es muy cómodo para Guybrush, que está colgado de un agarre un tanto precario y con pesado cofre bien cogido, pero aún así tiene tiempo para poner al día a la gobernadora Elaine Marley de todas sus desventuras, las cuales comienzan después de que venciera al pirata fantasma LeChuck y se embarcara en la búsqueda del legendario tesoro Big Whoop.

Así, Monkey Island 2 se divide en varios actos en los que hay que resolver determinados puzzles y llevar a cabo ciertas tareas para que la historia avance. Algunos de ellos requieren ir a la caza del píxel, o lo que viene siendo escudriñar concienzudamente con el cursor para encontrar el elemento que necesitamos entre una marea de ellos, o que simplemente está oculto a la vista. Y no son precisamente fáciles, pero eso es un sello de LucasArts. Lo que no falta bajo ninguna circunstancia en el sentido del humor de Gilbert y compañía, que si en la anterior entrega nos deleitaban con los inolvidables duelos de insultos o con los desvaríos de Stan, el vendedor de barcos de segunda mano, ahora hay nuevas peripecias, una pequeña escena musical onírica con esqueletos y una nueva carrera profesional para el bueno de Stan entre las etapas del viaje de Guybrush para escapar de la isla donde está confinado primero, reunir las cuatro partes del mapa que lleva al Big Whoop después, y por último, descubrir que LeChuck ha vuelto a la vida y tener un enfrentamiento final lleno de giros y revelaciones.

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Algo que sí hereda Monkey Island 2 es la dificultad, y es que varios de los puzzles no son especialmente lógicos. Es decir, lo son a su retorcida manera, pero requiere dejar de pensar como en el mundo normal y tener presente que se está en un universo de humor slapstick, como si los Looney Tunes hubieran fundado ciudades en los mares caribeños e hicieran y deshicieran a su antojo. Dicho de otro modo, aquí puede que no haya que meter una polea en un pollo de goma, pero sí que nos hará falta en determinado momento una llave inglesa, y su sustituto será un mono, el pobre Jojo, al que dejaremos tieso como una mojama y agarrotado en la posición ideal para ello hipnotizándolo mediante un plátano y un metrónomo para usarlo más tarde. Elemental.

Generalmente, algo que uno no tiene muchas ganas de hacer cuando juega a videojuegos es leer demasiado, pero en casos como Monkey Island 2 es lo mejor. La gran traducción al español con la que llegó este juego nos permitió partirnos la caja con diálogos tan geniales como la réplica de los piratas a Guybrush al comienzo del juego (“Emprendo una aventura completamente nueva”, “¿Dejarte bigote?”, “No, algo más grande”, “¿Barba?”), con dejes y tics propios del mismo Guybrush, que se empeña en definir todo lo que ve como “insignificante”, o con las propias descripciones de objetos del juego al examinarlos. Así es como tenemos constancia de que en el Caribe la gente ya se disfrazaba de Pedro Picapiedra para las fiestas del Mardi Gras, o como conocimos las célebres palabras del Comandante Cabezabotón en las que dijo “Bésame, tengo escorbuto”, recogidas para la posteridad en el libro Famosas citas célebres de piratas. Y no podemos olvidar, aunque querríamos, la visión de Guybrush metido en un vestido rosa, que por lo menos le parece muy bonito.

El hecho de que todo esto tenga el protagonismo en Monkey Island 2 son las mejores noticias. El jugador solo ha de preocuparse de usar el famoso interfaz SCUMM creado para Maniac Mansion con el que asocia a clics una acción y un objeto, y simplemente observar los resultados. El propio juego no se mete en esa historia que está contado y simplemente propone al usuario abrocharse el cinturón y embarcarse en una gesta que no requiere que se complique con los controles y donde la narrativa lleva el peso. Solo hay que clicar, pensar y reir, no hace falta más. Por eso, Monkey Island 2 es un juego de 10 que puedes disfrutar hasta con un garfio por mano y un parche en el ojo.

Juan Elías Fernández

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