AlfaBetaRETRO: The Dig - Exploradores de lo desconocido

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La historia de The Dig es la historia de un proyecto nacido de un idea que tuvo el mismísimo Steven Spielberg. Pero no es que al Rey Midas de Hollywood le hubiera dado de repente por los videojuegos. En realidad, el que The Dig se convirtiera en una aventura gráfica fue el último recurso para que saliera adelante un proyecto que para estar todavía en los años ochenta y noventa era demasiado avanzado. The Dig hubiera requerido de una gran dosis de complicados efectos especiales para los estándares de la época y hubiera sido una producción muy cara de llevar a cabo.

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Esto fue lo que truncó el plan original de llevar esta historia al formato de los capítulos de la serie Cuentos Asombrosos, del propio Spielberg. En una línea similar a antologías como La dimensión desconocida, The Dig era una historia de ciencia ficción en un mundo remoto donde los protagonistas tenían que lidiar con algo que les superaba en su intento de volver a la Tierra. Era excesivo recrear el mundo alienígena que tenía en mente Spielberg hasta para un largometraje dirigido a cines. Pero ya entrados los noventa, las aventuras gráficas habían demostrado ser unos estupendos vehículos narrativos para las historias más imaginativas. Ahí fue donde, con la ayuda del escritor Orson Scott Card para reescribir los diálogos, y los diseñadores Brian Moriarty y Sean Clark, que a la postre llevaría las riendas de este viaje interplanetario, The Dig encontraría nueva vida.

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El asteroide Atila se dirige en rumbo de colisión hacia la Tierra y el impacto es inevitable, salvo que una misión espacial tripulada tenga éxito. Su propósito es hacer detonar dos cargas nucleares sobre la superficie de Atila para alterar su trayectoria y evitar el apocalipsis. De ello se encargarán el comandante Boston Low, el geólogo alemán Ludger Brink y la periodista Maggie Robbins, que dará testimonio de la hazaña que salvará la humanidad. Pero Atila resulta guardar dentro una gran sorpresa, una que las altas esferas terrestres ya sospechaban al incluir a Brink y Robbins en el equipo por sus otros talentos en arqueología y lingüística. Y es que el meteoro es en realidad una enorme nave espacial extraterrestre que traslada a Low, Brink y Robbins a otro mundo en los confines del espacio, donde cada uno de sus pasos por desentrañar los secretos de una avanzada civilización y poder regresar a casa con vida parece estar guiado por una extraña inteligencia. Pero, ¿con qué propósito? Los hallazgos que Low y sus compañeros realizarán en este otro mundo aparentemente deshabitado serán sorprendentes pero también inquietantes y aterradores. Y entre ellos, uno que puede romper la más fundamental de las leyes de la naturaleza.

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Con el paso de los años se ha menospreciado mucho a The Dig, que en parte tiene al enemigo en casa. No es fácil estar en la misma escudería que pesos pesados como Day of the Tentacle, The Secret of Monkey Island o Indiana Jones and the Fate of Atlantis. Y todo ese hype que le rodeaba al promocionarse a bombo y platillo como la gran historia que Steven Spielberg no podía convertir en película porque no le llegaba el presupuesto (qué hubiéramos pensado si nos llegan a decir entonces que habría películas de superhéroes de más de 200 millones de dólares) tampoco es que fuera de especial ayuda. Pero aunque se le incluya en esa división menor de juegos de LucasArts, The Dig tiene más virtudes de las que se reconocen.

Es verdad que su historia, a fecha de enero de 2018, ya se ha visto superada en el género de la ciencia ficción. E incluso para entonces, ya se había contado casi de todo en las novelas. Los contactos alienígenas en la ficción ya no son algo que nos impresione, pese a que la trama de The Dig se va guardando los secretos y sembrando ciertas dudas sobre qué sucede realmente conforme se va desarrollando. Especialmente en lo que rodea a uno de los miembros del trío protagonista, que pasa por una experiencia completamente contra natura, y que no tardamos en ver que esto le ha dejado afectado de un modo que no promete nada bueno.

Para los que se devanaron los sesos en las aventuras antes mencionadas, seguramente The Dig no sea tan duro. Y aún así tiene sus momentos enrevesados, sobre todo porque todo es nuevo e ignoto. Pero justo es reconocer que está algo suavizado con respecto a esos puzles como el del famoso pollo con polea, que privó de sueño a más de uno, y que cosas como activar maquinaria alienígena resultan más fáciles que otras tareas más mundanas en casa de los Edison. Pero los amantes de la ciencia ficción son el verdadero y genuino público de este juego. Y tal como se va narrando la historia, los avances que realiza el equipo de Low, los nuevos descubrimientos y cómo vamos conociendo gradualmente la verdadera escala de lo que en realidad se oculta en el mundo alienígena es algo que está entre la virtudes de esta aventura. En The Dig, no solo los protagonistas se enfrentan a un entorno desconocido y que no se rige por las mismas circunstancias que la Tierra. Como jugador, iremos aprendiendo con ellos dónde nos encontramos en realidad, qué hay en ese lugar tan importante, y especialmente, qué consecuencias puede desencadenar.

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El apartado visual de The dig incluye tanto secuencias de transición modeladas enteramente en 3D que se integran en el devenir de juego como animaciones realizadas al estilo tradicional, es decir, con los personajes dibujados a mano en la gloriosa tradición de la animación clásica y luego llevados al juego en forma de sprites. Esto hace que se muevan muy bien y que las escenas de corte, si bien no son precisamente sacadas de las obras de los estudios punteros, sí se las apañan para tener un nivel que, para un videojuego de 1995, no está nada mal. Además, está bastante claro por qué el presupuesto se le disparaba a Spielberg al querer rodar esta historia. Los efectos de morphing y la preferencia de la civilización alienígena por formas geométricas casi dotadas de vida y por elementos hechos de **** luz son como para hacer echar a temblar a cualquier departamento de contabilidad de hace treinta años. Hoy, seguramente sería una bicoca. Pero claro, estamos en 2018 y el futuro es hoy.

Precisamente la frase que exclamábamos al jugar a juegos en formato CD y gozar de diálogos ya no digitalizados, sino encima doblados al castellano. Eso y una banda sonora con muchos toques wagnerianos que acompaña bien al viaje por el cosmos en el que nos vemos sin comerlo ni beberlo. Y para poder admirar todo sin distracciones, la habitual interfaz SCUMM aquí se ve sustituida por un sistema bastante minimalista en donde ya no hay ni verbos. De hecho, solo necesitamos hacer clics para interactuar con las cosas y abrir el inventario para poder usar otras. Acciones como coger, tirar, examinar y demás son automáticas, aunque examinar concretamente es algo que podemos hacer usando la lupa que Low siempre lleva encima.

Decir que The Dig es un juego de otro mundo tal vez sea una exageración. Pero desdeñarlo es un grave error. Es un título que puede haber quedado sobrepasado en su género literario e interactivo, y tiempo ha tenido para ello. Pero si eres del tipo de jugador que siempre está abierto a que le cuenten una historia y le dejen tomar las riendas, y además te gusta la ciencia ficción más especulativa, The Dig es una opción a la que al menos una vez en la vida deberías darle una oportunidad. Total, si no te gusta, tampoco es que vaya a caerte un asteroide encima. Aunque quien sabe...

Juan Elías Fernández

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