Los supercamorristas

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Crude Buster, el título que recibió la máquina recreativa de Data East, no necesita mucho más que darle un vistazo para tener bien claro lo que hay entre manos. Una vez más, el algodón no engaña, y si Bad Dudes vs Dragon Ninja era una excusa para divertirse con un beat’em up descontrolado basado en el género de moda en las pelis de acción cayendo casi hasta en lo autoparódico, este alumno aventajado tiene incluso menos complejos todavía. Tanto Crude Buster como su conversión a Mega Drive, Two Crude Dudes, siguen muchos de los esquemas de Dragon Ninja. Dos personajes capaces de repartir puñetazos y patadas a diferentes alturas y de servirse de objetos recogidos del suelo para emplearlos como armas contra una legión de lo peorcito que puede ofrecer un páramo radiactivo en este caso. De hecho, el control en ambos es bastante similar, aunque Crude Buster/Two Crude Dudes se refocila especialmente en una maniobra de la que su precursor carecía. Dos si contamos rodar por el suelo, que siempre viene bien.

Y es que para qué querríamos tener a dos trasuntos de Arnold Schwarzenegger como sendos armarios empotrados si éstos no hicieran gala de su poderío físico desoyendo los consejos que toda madre ha dado alguna vez y recogiendo las cosas del suelo para lanzarlas. Ya sean escombros, tuberías, vigas, coches o hasta los propios enemigos, en Two Crude Dudes la mitad del tiempo nos la podemos pasar perfectamente levantando algo por encima de la cabeza presto a ser lanzado o empleado como arma para atizar garrotazos o latigazos. ¿Se te resiste un vehículo aéreo que no deja de transportar enemigos a la refriega? Pues cógelo y mándalo a la porra, como haría cualquier Mr. T de la vida. Ojalá todo tuviera tan fácil arreglo.

El juego en sí la verdad es que no es ninguna revolución, pero cumplir cumple lo suyo. No es que vaya a inventar nada que no se haya visto ya, es el clásico arcade de saltar y golpear, y ahí todo está en orden. Es más bien el trasfondo y la ambientación donde más se sostiene el juego. Visualmente, no puede negar montones de influencias estéticas de la más casposa serie B, por lo que no faltan ni los grafittis en las paredes a medio derruir, porque que haya un apocalipsis no quita para que muera el arte urbano, ni los parajes destartalados ni por supuesto una desfile de monstruos de feria reminiscentes de querer jugar con la fisión atómica más de la cuenta. Que no te engañen los primeros sicarios de aspecto relativamente presentable, porque luego vendrán enanos jorobados saltarines, tipos orondos con la misma afición al agarre de nuestros protagonistas, gente embutida en trajes aislantes con un lanzallamas a cuestas, esbirros que lanzan granadas, punks que atacan arrojando una especie de frisbee con pinchos y enormes perros de presa, entre otros.

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