El famoso anime que Hayao Miyazaki dirigió en secreto (y dejó pistas por todas partes)
Uno de los mejores animes clásicos tiene la firma inconfundible de Hayao Miyazaki

Es imposible hablar de Hayao Miyazaki sin que inmediatamente lleguen a nuestra mente las obras maestras de Studio Ghibli que han definido la historia del cine. Su nombre es sinónimo de un estilo visual y narrativo inconfundible. Sin embargo, mucho antes de que se fundara Ghibli, el maestro ya estaba puliendo su arte en las sombras.
La mayoría de los fans desconoce que Miyazaki fue la mente maestra detrás de dos episodios clave de Lupin III Parte II, uno de los mejores animes de los 70 y 80 pues lo hizo bajo el seudónimo de Tsutomi Teruki.
Estos dos capítulos no son una simple anécdota, pues, en realidad, sirvieron como un campo de pruebas donde Miyazaki dejó algunas pistas inconfundibles del futuro genio que conoceríamos.
Pista n.º 1: una obsesión por los cielos y el vuelo

Miyazaki es un verdadero fan de las aeronaves
El episodio 145, titulado "Albatros: Alas de la Muerte", es quizás la evidencia más flagrante de la autoría de Miyazaki. Y es que la trama, que involucra a Lupin y su equipo en un conflicto contra una mortal fortaleza voladora llamada Albatros, es una excusa perfecta para desatar una de las pasiones más conocidas del director: el vuelo.
Por supuesto, el episodio está repleto de acción y combates aéreos, una prueba histórica de su amor por los aviones. Y sin lugar a dudas, las escenas de vuelo son una marca distintiva de Miyazaki, y aquí se presentan con una animación excepcional que guarda un asombroso parecido con obras posteriores como Porco Rosso.
Sin embargo, este no es el único detalle. También, si nos fijamos en el tratamiento de los elementos visuales, como el viento, los cielos expansivos y el movimiento suave pero intencionado de las aeronaves, todo esto grita su nombre.
Además, los diseños de algunos personajes llevan su sello. Fujiko, por ejemplo, adopta una complexión y un estilo muy similares a los de Ghibli, y el antagonista, el profesor Lonebach, comparte rasgos que no desentonarían en ninguna de sus películas.
Pista n.º 2: el tono íntimo y la profundidad emocional
Si el episodio 145 fue una exhibición de su destreza técnica, el 155, "Adiós, mi querido Lupin", fue la prueba de su sensibilidad narrativa.
Siendo el final de la temporada, Miyazaki tenía la responsabilidad de dar un cierre a la querida serie, y en lugar de optar por una conclusión explosiva y llena de acción, como era habitual en la franquicia, eligió un camino radicalmente diferente. El maestro le dio a la historia un final íntimo, melancólico y, sobre todo, profundamente reflexivo.
Bajo su dirección, el episodio se tiñe con una emotividad que no era frecuente en la serie. Vemos a un Lupin despreocupado que, por primera vez, duda de sí mismo y cuestiona las consecuencias de sus actos, creando un efecto emocional muy intenso. Y para reforzarlo, la atmósfera se carga de un silencio que lo dice todo sin necesidad de palabras.
Junto a una animación refinada por parte de Miyazaki, también está la adopción de una cálida paleta de colores. Así pues, el maestro de Studio Ghibli creó un final satisfactorio y agridulce, brindándole un cierre sincero que presagiaba la profundidad emocional que caracterizaría a su futuro estudio.
La firma inconfundible: más allá de la dirección

Adiós, mi querido Lupin fue uno de los episodios más queridos por los fans del anime
Si bien su nombre estaba oculto, su filosofía era más que evidente.
La representación de los personajes femeninos es un reflejo sutil, ya que mientras la serie se centraba en los hombres, Miyazaki dotó a Fujiko de una profundidad sustancial, un rasgo que se convertiría en una de las firmas más claras de sus películas.
Otro de los detalles más claros de la mano de Miyazaki es su rechazo a la violencia innecesaria, y es que incluso en las explosiones, se aseguró de que fueran argumentalmente necesarias, optando por secuencias menos destructivas.
Un ejemplo fascinante es cómo el antagonista reduce la pólvora de su granada para que la explosión no sea desproporcionada, un pequeño detalle que es puro Miyazaki.
Estos episodios son joyas subestimadas que demuestran que no se necesita una franquicia entera para dejar una huella. Son un recordatorio de que el genio de uno de los mayores creadores de la historia dejó un legado oculto, esperando a ser descubierto por una nueva generación de fans.