Análisis de Dying Light: The Beast - El juego de zombies definitivo que Techland siempre quiso ofrecer
Te contamos qué nos ha parecido el juego más compacto lanzado por Techland

Tras cumplirse 10 años del inicio de la franquicia, Dying Light: The Beast marca un punto de inflexión en la saga de Techland. Tras la ambición expansiva de Dying Light 2, que apostó por un mundo abierto masivo pero diluyó parte del terror característico del original, la nueva entrega recupera la esencia de supervivencia, tensión y terror que hizo destacar al primer juego. La diferencia es que ahora se enmarca en un relato más cinemático y personal, con un enfoque que prioriza la narrativa sobre las elecciones del jugador.
La ambientación abandona las ciudades densas de Harran y Villedor para trasladarnos a Castor Woods, un parque nacional hostil que se convierte en escenario tanto de exploración como de confrontación psicológica. Este cambio no es meramente estético: es un espejo de la transformación de Kyle Crane, el protagonista original que regresa como un hombre cambiado tras años de experimentación y sufrimiento.
De esta forma, llega una tercera entrega que también funciona como título independiente al presentar una historia futura completamente nueva en cuyo transfondo cuenta con detalles ligados a los anteriores juegos. No obstante, lo importante es que desde las primeras horas nos pareció la más prometedora de la saga de zombies y ahora lo hemos podido terminar de comprobar.
+ Pros
- Haber apostado por una entrega más compacta es un acierto en todos los sentidos.
- Los zombies están más logrados y el enfrentamiento contra quimeras resulta espectacular.
- La noche no solo es más peligrosa, consigue aterrar bastante.
- Contras
- El parkour puede frustar en alguna situación que se complique superar.
- Centrarse en el contenido secundario aleja de la historia principal.
- No tener lanzamiento físico hace parecer que es un juego menor.

- Dying Light: The Beast: precio, plataforma y dónde comprar
- La transformación de héroe a monstruo
- Conclusiones de Dying Light: The Beast
Dying Light: The Beast: precio, plataforma y dónde comprar
Dying Light: The Beast | |
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Plataforma | PS5, Xbox Series y PC |
Plataforma analizada | PC |
Fecha de lanzamiento | 18 de septiembre |
Desarrollador | Techland |
Género | Acción y rol |
Idioma | Textos y voces en español |
Dying Light: The Beast es un nuevo juego de acción y rol a través de una aventura protagonizada por Kyle Crane, un héroe que fue capturado y sometido a horribles experimentos durante años. Tras conseguir escapar, es capaz de copiar el ADN de los zombies, lo que le convierte un una bestia que puede controlar. De esta forma surge un viaje supervivencia en el mundo abierto del valle de Castor Woods, un lugar antaño precioso pero que ahora está hasta arriba de zombis en vez de turistas. El juego está disponible en PS5, Xbox Series y PC con textos y voces en español. Se puede jugar en solitario invitando a amigos o uniéndose con hasta tres jugadores más en línea.
La transformación de héroe a monstruo
El corazón de Dying Light: The Beast está en su protagonista. Kyle Crane no es el mismo héroe idealista que se dio a conocer en 2015. Tras sufrir experimentación a manos del villano conocido como El Barón, regresa marcado por la venganza y con un lado oscuro latente. El propio título del juego no solo se refiere a las criaturas que pueblan el bosque, sino a Crane mismo, que ahora debe reconciliar su humanidad con la bestialidad que ha adquirido.
Este enfoque hace que el juego sea descrito como una “película de venganza jugable”, con cinemáticas en primera y tercera persona que subrayan la importancia del personaje. Por primera vez en la saga, el jugador no es un avatar genérico sino un héroe de acción plenamente definido, con un arco narrativo claro. De esta forma encontramos el primer punto que nos parece mejores del juego con escenas y una historia más interesante que las anteriores.
¿Cuál es la inspiración de Dying Light: The Beast?
Techland se inspira en dos fuentes culturales muy distintas: Twin Peaks, con su aire de misterio neo-noir, lo extraño dentro de lo cotidiano y la sensación de que el mal acecha detrás de lo familiar; y Stranger Things, con su estética ochentera y la mezcla de ciencia ficción y terror sobrenatural
La campaña principal dura unas 20 horas, complementadas con entre 20 y 30 horas de misiones secundarias, lo que lleva a una media de 40 horas aproximadas. Sin embargo, lo relevante no es la duración, sino la dirección: se eliminan los excesos de Dying Light 2 (misiones de recadero, elecciones múltiples con poco impacto) para construir un relato más contenido, directo e intencional. No obstante, como en todo juego de mundo abierto, dedicarnos a lo secundario nos hace desconectar de la trama principal en ocasiones.
Una propuesta compacta, pero ambiciosa

En primera persona, podremos eliminar con sigilo tanto a humanos como a zombies
Aunque Dying Light: The Beast nació como un DLC de Dying Light 2, pronto creció hasta convertirse en un juego independiente. Según nos explicó el propio Nathan Lemaire, director del proyecto, la magnitud de las mejoras gráficas, la escala del mundo y la dirección narrativa justificaban dar el salto.
Esta decisión se nota en la construcción de Castor Woods: un mapa que, si bien más compacto que los anteriores, está meticulosamente diseñado para ofrecer variedad de paisajes –aldeas turísticas, zonas industriales, pantanos y hasta monasterios–, evocando una belleza decadente inspirada en los Alpes suizos.
Lo compacto no significa reducido en ambición. Más bien al contrario, Techland parece haber buscado un equilibrio: un mundo suficientemente amplio para explorar, pero lo bastante contenido como para mantener coherencia y ritmo narrativo. Así, cada misión principal está acompañada de cinemáticas más cuidadas, con un tono cercano al triple A que evita la repetición de diálogos superficiales que podían lastrar a Dying Light 2.
En cuanto a qué encontrar en los escenarios, se recuperan las zonas que pueden volverse seguras al dominarlas, así como lugares oscuros en los que al no haber luz los zombies son más fuertes y se vuelven peligrosos. También hay donde saquear y echar un tiempo para mejorar los recursos que nos servirán para añadir o mejoras armaduras y armas.
Entre la brutalidad y la estrategia

La variedad de zombies y quimeras es de lo más increíble
A nivel jugable, Dying Light: The Beast sigue la filosofía de “menos es más”, pero introduce innovaciones que cambian la experiencia. Por un lado, está el gran añadido del modo bestia, un estado de furia que Kyle activa al llenar una barra de ira durante los combates. En este modo temporal es menos vulnerable y puede desatar ataques brutales: arrancar cabezas, crear ondas de choque con los puños o aplastar hordas de zombis. De esta forma se generan momentos de poder catártico de lo más impresionantes y satisfactorios.
Por otro lado, las armas de fuego ausentes en Dying Light 2 regresan en esta entrega con más variedad. Eso sí, aparecen de forma muy controlada: escasas, con munición limitada y pensadas para situaciones críticas. De hecho, su inclusión responde a la demanda de los jugadores y aporta variedad, pero sin convertir el juego en un shooter tradicional.
Otra gran novedad son las Quimeras, una especie de jefes finales que se traducen en zombis mutantes con habilidades únicas que ofrecen combates de lo más variados. Cada victoria contra ellos recompensa a Kyle con ADN, que puede inyectarse para desbloquear nuevas habilidades en un árbol específico de la rama bestia. Curiosamente, este añadido justifica narrativamente el origen de los poderes de Kyle y aporta variedad jugable, ya que cada enemigo obliga a replantear estrategias.
En paralelo, los Volátiles mantienen su papel como las amenazas más temidas de la noche, aportando secciones de sigilo y terror puro en un mundo que vuelve a contar con ciclo de día y noche que puede alterarse cuando llegamos a una zona segura y acudimos a la cama.
El terror que se acerca al estilo cinematográfico

El juego cuenta con un ciclo de día y noche que recompensa a los más valientes
Una de las críticas más repetidas a Dying Light 2 fue la pérdida de la tensión y el terror. En cambio, The Beast corrige este rumbo con un retorno a lo macabro: una atmósfera nocturna renovada, con uso de música de corte psycho para marcar la detección por parte de enemigos; momentos explícitos, con desmembramientos y detalles biológicos crudos; uso de la cámara en tercera persona para enfatizar el carácter de Kyle en escenas clave...
En conjunto, el juego recupera lo que muchos jugadores sentían que se había perdido: la sensación de que la noche no es para pelear, sino para sobrevivir. Además, existen numerosas misiones con momentos de tensión, mientras que cuando se explora también hay más de un zombie bien escondido para dar algún que otro ligero susto. Esto sucede incluso conduciendo, otra de las grandes novedades del título.
Explorando y descubriendo
Castor Woods plantea un reto diferente a la verticalidad urbana de Harran o Villedor. La exploración es más horizontal, con densos bosques y algún que otro lago. Para compensar, Techland introduce vehículos rústicos como camionetas, que ofrecen potencia y movilidad, aunque con un límite: pueden ser destruidos, dejando al jugador vulnerable. Así mismo, es posible quedarse sin combustible, obligando al jugador a buscarlo o tener que continuar a pie.
¿Es cierto que Dying Light: The Beast puede descargarse gratis?
Sí, Techland regala el juego a los poseedores de la Ultimate Edition de Dying Light 2: Stay Human como muestra de apoyo.
Esta mecánica recuerda a The Following, pero aquí se integra mejor en el diseño general, alternando momentos de parkour orgánico con viajes más largos en carretera. En lo que respecta a subir por los edificios y pasear por los tejados, The Beast consigue simplificar mecánicas sin perder la originalidad por la que se dio a conocer.
Innovaciones jugables por todos lados

La conducción puede cambiarse de primera a tercera persona
El juego cuenta con una serie de mejoras notables respecto a sus predecesores. El parkour sigue siendo seña de identidad de la saga, pero ahora consigue adaptarse a un entorno natural. Castor Woods ofrece acantilados, riscos y árboles que expanden las posibilidades de movimiento, aunque también requieren mayor precisión.
A esto se suma la conducción de vehículos todoterreno, en primera y tercera persona, con físicas más realistas que en The Following. El coche no es solo un medio de transporte: el combustible se agota, los neumáticos pueden dañarse y los zombis trepan al parabrisas, aumentando la tensión en plena conducción.
En cuanto al modo cooperativo, hasta cuatro jugadores en líneas pueden recorrer la campaña y el contenido secundario con progreso compartido. Esto supone un paso adelante respecto a entregas previas, donde la experiencia multijugador era más limitada. Ahora, superar una misión en equipo no solo multiplica la diversión, sino que también repercute directamente en el avance de cada perfil.
Un cierre al círculo narrativo
Quizás otro logro en el que destaque Dying Light: The Beast sea cómo cierra el arco narrativo de Kyle Crane, integrando su sacrificio en The Following con un renacimiento lleno de rabia y venganza. Al mismo tiempo, la historia se presenta accesible para nuevos jugadores: la amnesia parcial de Kyle tras años de cautiverio permite introducirlo de nuevo sin necesidad de haber jugado a las anteriores entregas.
De este modo, Techland consigue un doble efecto: contentar a los veteranos que esperaban el regreso del protagonista original, y abrir la puerta a quienes se acercan por primera vez. La sencillez de la trama principal –perseguir al Barón y enfrentarse a las Quimeras– se complementa con la riqueza de misiones secundarias, coleccionables y detalles ambientales que amplían la mitología del mundo.
Conclusiones de Dying Light: The Beast

Dying Light: The Beast consigue ser la entrega más espectacular de la saga
Aunque se presente como un spin-off o una entrega paralela, Dying Light: The Beast funciona en la práctica como el auténtico Dying Light 3. Recupera la tensión del primero, corrige los errores del segundo y añade suficientes novedades (modo bestia, quimeras, narrativa personal) para sentirse fresco a través de una propuesta más compacta que las anteriores, a la misma vez que ambiciosa.
El mayor logro es convertir a Kyle Crane en el centro de la experiencia, no solo como avatar sino como personaje complejo, marcado por la furia y la transformación. Castor Woods es más que un escenario: es un reflejo de esa metamorfosis. El gran acierto del juego es su focalización. Techland recorta los excesos de mundo abierto del pasado y prioriza cuatro pilares: jugabilidad, exploración, historia e inmersión. El resultado es un juego más afilado y coherente, que se siente como una evolución natural del primer Dying Light en lugar de una desviación.
En definitiva, Dying Light: The Beast es una carta de amor al survival horror y una declaración de intenciones: Techland sabe escuchar a su comunidad, aprender de sus errores y seguir reinventando su franquicia sin perder su identidad.